Cuando uno viaja a Japón generalmente tiene la esperanza de que merezca la pena. Lo cierto es que hace tiempo que yo ya sé que siempre la merece. En cada uno de mis viajes me gusta realizar algunas reflexiones sobre los sentimientos que despierta esta tierra y sus gentes en mi persona, a fin de poder recordar algunas sensaciones cuando vuelvo al mundanal ruido.
Concentración en Tenry, a nuestra llegada denoté que esta sería una estancia diferente. Ya conozco sobradamente la amabilidad formal de los japoneses. Cuando aceptan tu solicitud para ir a entrenar a su dojo, están en la obligación moral de hacer determinadas cosas, como invitarte al menos una vez a cenar, en señal de generosidad y cortesía, o preocuparse de que todo esté correcto en la residencia donde te alojan. El año pasado ya estuvimos en IPU (Internationational Pacific University) en la ciudad de Okayama situada al sur del país.
Esta universidad dispone de un equipo de chicas campeonas de Japón, dirigidas por Yano Sensei y Koga Sensei. El trato por parte de los maestros fue excepcional y sentimos que éramos bien recibidos.
Este año decidimos volver al mismo lugar, aunque no sabíamos que por alguna razón que intuyo pero realmente desconozco, entrenadores y deportistas nos integrarían en su equipo deportivo como miembros del mismo. Por eso, María se encuentra por primera vez, entre compañeras en Japón, haciendo tareas dentro del grupo jerárquicamente ordenado donde nada escapa a la improvisación y el rendimiento deja de ser fruto de la suerte para convertirse en una consecuencia inevitable. Verlas desde dentro día a día es realmente impresionante. Tengo la sensación de estar viendo un documental de hormigas, cuando meten la cámara en el hormiguero y aprecias el grado de coordinación, entrega y orden que hay dentro de su hábitat. Lavar, comer, subir y bajar del bus, preparar las bebidas isotónicas… siguen estrictos protocolos de trabajo en equipo.
Por mi parte, estoy encantado de vivir con Yano Sensei durante los 4 días de concentración en Tenry, de los cuales hemos compartido 3 con Koga Sensei. Bastan cinco minutos con ellos en un ambiente distendido para ver el grado de amistad que tienen, y la manera de entender el trabajo y la vida. Me han hecho sentir un compañero de equipo, sobre el dojo de Tenry frente a los colegas de otras universidades de Japón, y en el tiempo libre compartido entre spa, cenas, y masajes. Conversaciones privadas donde el aspecto formal ha dado paso a cuestiones de todo tipo que al son de «kampai» (palabra japonesa que se utiliza para decir «salud» durante el brindis) eran tratados entre risas y complicidades. Una filosofía en la que cuando se trabaja reina la concentración, los modales y la entrega, y que contrasta con el aire que se respira en el tiempo de ocio.
Compartir esa segunda parte del Japón de los maestros con los que estoy, es para mí absolutamente enriquecedor y divertido, además de producirme una gran satisfacción personal. ¿Y del judo y los entrenamientos? Del judo y los entrenos… pues lo de siempre: Otro planeta. Pero de eso hablamos en el resumen de la segunda semana.
Carlos Montero